RADAR
11 de agosto de 2019
Una película sobre la educación pública universitaria y las
formas de evaluación
Las facultades, el documental de Eloísa Solaas
En esta entrevista, la directora reflexiona sobre su filme,
un retrato social focalizado en los alumnos que excede lo académico, y
profundiza en las formas de aprendizaje y la legitimación del conocimiento.
Por Paula Vázquez Prieto
El estreno de Las facultades, el documental de Eloísa
Solaas, se convirtió en uno de los acontecimientos cinematográficos de este
año. Comenzó con el premio a la mejor directora en el último BAFICI, el estreno
en Malba y Gaumont en el mes de julio, y siguió con la proyección del debate
alrededor de la película en otros ámbitos por fuera de la cinefilia. En estos
días se presenta en la Facultad de Filosofía y Letras, pasó por Córdoba en el
Cineclub Hugo del Carril, continúa durante todo agosto en el Malba, y tiene
varios festivales en vista para su recorrido internacional. En varias de las
proyecciones a las que asistió Solaas, se iniciaron charlas que trascienden a
la película en sus dimensiones cinematográficas. La educación pública, el examen
oral como instancia evaluadora, los espacios de estudio y los vínculos sociales
que se tejen en la construcción del conocimiento son temas que la película
aborda de manera sutil e inteligente y que disparan infinitas reflexiones. Del
perfil de las instituciones a las instancias de intercambio, del estudio como
puesta en escena hasta el rigor del examen y la incertidumbre del resultado, la
ópera prima de Eloísa Solaas ofrece un retrato social más allá de lo académico,
un recorrido por los rostros que escenifican tanto las formas de aprendizaje y
la legitimación del conocimiento, como los intercambios simbólicos que desnudan
cómo funciona una sociedad desde sus bases.
Todas las facultades
“Desde el comienzo
supe que Las facultades iba a ser una película que si bien se concentra en algo
muy concreto como es la escena del examen oral, también se iba a abrir a otros
sentidos. Cuando pensaba en el título, tanto Las facultades como Exámenes, que
era la otra idea que tenía en mente, son palabras que tienen más de un sentido.
Pero Las facultades me resultó más interesante porque abría un abanico de
posibilidades, desde las facultades humanas a las facultades jurídicas, siempre
en relación a lo que implica constituirse como individuo, no solamente como
alumno. Cuando filmamos en Medicina la idea de las facultades no solo refería
al entorno físico y a las habilidades de los chicos en la disciplina, sino a
los preparados cadavéricos con los que trabajaban, que recordaban las
facultades humanas de cuando estamos vivos y que ahora son parte de ese
estudio”. Las reflexiones de Solaas recrean la dinámica de su cámara, que se
funde con el entorno haciéndose testigo invisible de ese procedimiento que
ocurre ante sus ojos y los nuestros. Los chicos estudian, preparan las
estrategias para dar cuenta de lo aprendido, rinden sus exámenes y esperan el
dictamen de sus evaluadores. Pero en los resquicios de esas instancias algo más
sucede: los vemos ensayar su aprendizaje, intercambiar preguntas, recorrer su
propio camino de conocimiento y lograr lo imposible: plasmar en imágenes los
matices de un proceso interior.
“Originalmente mi idea era trabajar sobre la situación de
examen, sobre esa instancia de evaluación. Pero mientras buscaba filmar algo
más, algo del orden de lo previo, me di cuenta de que la figura clave era la
del diálogo. Un examen es un tipo de diálogo, a veces unilateral y siempre
atravesado por una situación de poder manifiesta, que no deja de ser un
intercambio de orden socrático, vinculado con una forma de estudio propia de
nuestra idiosincrasia”. Las formas de estudio que registra la película en su
primera parte priorizan la horizontalidad: Maria Alché –la actriz y directora
que aquí aparece en su calidad de estudiante de Filosofía- discute con su
compañero la representación de la divinidad en el pensamiento de algún
filósofo; dos estudiantes de arquitectura preparan una maqueta a partir de un
dibujo; Jonathan –un joven preso que estudia Sociología- y su amigo reflexionan
sobre el uso del lenguaje en las instancias académicas. Esos intercambios
muestran el aprendizaje como una forma de trabajo conjunto, que combina la
discusión, la corrección mutua y la reflexión permanente sobre los cambios que
traen aparejados esos nuevos saberes. “Me interesó mucho un diálogo que tiene
Jonathan con un compañero porque ahí aparece el tema del lenguaje, que en el
caso de él marca la tensión entre los ámbitos en los que se mueve, la cárcel y
la academia. Aprender es entonces aprender un lenguaje, sus palabras, sus
tecnicismos, y empezar a incorporar una nueva forma de hablar, que se da casi
de manera inconsciente.”
Las palabras y las cosas
“Hay algo que me interesaba de antemano y tenía que ver con
el uso del cuerpo y el trabajo sobre lo gestual. La pregunta que me hacía una y
otra vez era: ¿cómo se adquiere el conocimiento? ¿En qué momento uno lo tiene,
ya es parte de nosotros? En ese sentido, el hecho del examen era una forma de
apropiación de algo que antes era ajeno, incluso físicamente. Esa cuestión
física era la que yo quería observar con la cámara, la instancia de apropiación
de una gestualidad que da cuenta de ese aprendizaje”. El examen en Derecho es
el más gráfico en este sentido. Un grupo de estudiantes recrea una audiencia,
algunos representan a la fiscalía, otros a la defensa, y el profesor es quien
juzga y da sentencia, dentro y fuera de la representación. Ese juego de espejos
pone de manifiesto la idea del examen como una performance, que requiere un
determinado vocabulario –“esos términos legos los dejamos de Figueroa Alcorta
para allá”, les recuerda el profesor ante un fallido en la terminología- y una
forma de comportarse que exige ensayo y perfeccionamiento. Como nos demuestra
María Alché cuando plantea preguntas a su profesor y demuestra su seguridad en
el dominio de la situación, saber es actuar que sabemos, es representar un rol,
es construir un personaje y creérselo hasta el final.
El trabajo con el espacio es uno de los grandes logros de la
película. Solaas sugiere una intimidad casi confesional en espacios destinados
a la circulación masiva y el permanente bullicio. Sus encuadres permiten la
concentración del estudiante de medicina en las partes del cuerpo humano aun en
la inmensidad del laboratorio, o la atención de dos estudiantes de botánica en
la frondosidad de un jardín cuando observan con detenimiento los pétalos de las
flores. De la misma manera, el encierro de un examen y la claustrofobia de la
evaluación se pueden sortear por el recorrido de un cuerpo a lo largo del
espacio. Es lo que hace Jonathan cuando adquiere confianza en su aprendizaje y
camina de un lado al otro del aula, desafiando la normativa de su propia
realidad carcelaria. O lo que genera la tensión entre las discusiones del
juicio en el examen de Derecho y las imágenes de la Villa 31 que asoman por la
ventana logrando los ecos más inesperados. Cada rincón que registra Solaas con
su cámara lleva la huella del movimiento que lo atraviesa, de los gestos que lo
circundan, del lenguaje que lo interroga aunque sea desde su silenciosa
permanencia.
La puesta en escena del poder
Hay una decisión que marca toda la película. Mientras el
aprendizaje y la evaluación encuentran representación en instancias de estudio
primero, y de evaluación después, lo que permanece como un consistente misterio
es la incertidumbre del resultado. “Deliberadamente decidí no incluir la
muestra de los resultados. Al principio no tenía demasiado en claro por qué. Me
parecía que no eran los momentos cinematográficamente más interesantes. Hubo
algunos casos en los que estuve a punto de dejar la entrega de la nota, pero
después me daba cuenta que era un ejercicio de banalidad, en el que todo lo que
había construido se reducía a una nota, a un número. No sé si lo hice por una
idea moral definida, creo que me parecía que sostener ese misterio preservaba
la idea de que el conocimiento nunca es algo concluido. En ninguna carrera.” El
movimiento de los cuerpos en el último tramo de la película, el uso de espacios
más abiertos, la sugerencia del reinicio de las clases hacia el final da cuenta
del universo académico como el escenario de una paradoja. La que combina el
encierro con la circularidad, la búsqueda de una meta con la certeza de que el
camino continúa, la ambivalencia de los éxitos y los fracasos.
Pero el examen es también una radiografía del ejercicio de
un poder. Hay alguien que debe someterse a la evaluación de su conocimiento
adquirido, hay otro que tiene la autoridad para legitimarlo. Esa lógica que
contradice la socrática del intercambio se fortalece cuando la desigualdad se
hace evidente, cuando el alumno falla en la evaluación y el horizonte de su
fracaso se hace demasiado evidente. Allí –en el examen de botánica sobre las
flores y en el de cine sobre la teoría de André Bazin- los planos de Solaas se
hacen más prolongados, dejando que el conflicto se desenvuelva en su interior
sin necesaria intervención. “No quería extenderme demasiado para no perder el
ritmo, pero sentía que en esos momentos había algo en el interior de la
situación que permitía mantener la atención del espectador. Hay una mezcla de
incomodidad e identificación que se da en esas situaciones. El examen final
implica, de alguna manera, un sometimiento, es el precio que hay que pagar
después toda una cursada para obtener un resultado, la legitimación de un saber
adquirido. Y esa lógica implica un intercambio entre aquel que tiene el poder y
el que tiene que someterse a esa instancia, para lo cual va ensayando una serie
de estrategias, dar batalla, cambiar de eje, rendirse.”
El realismo de la observación
El examen de la alumna de Diseño Imagen y Sonido sobre la
teoría baziniana funciona como un tópico que permite a la película discutirse a
sí misma. ¿Es todo documental de observación el peldaño superior en la escalera
del realismo cinematográfico? “Mi intención era lograr una cámara invisible,
muy cerca de las caras de los chicos que rendían examen sin que ellos la
perciban, insistiendo en que se olviden de su presencia. Eso requería un equipo
técnico muy reducido y determinado tipo de cámaras, y de lentes, que permitieran
entrar en la escena estando algo lejos. Creo que eso autoriza a un tipo de
registro de los hechos de la ‘realidad’, en los que yo no intervengo para que
se produzcan. Las únicas indicaciones que yo les di a los participantes fueron
que no miren a cámara y que traten de olvidarse de ella. Pero luego es
paradójico porque en el montaje hay un nivel de trabajo casi hollywoodense, en
el sentido de no develar el artificio, construir una estructura de plano y
contraplano que falsifica algunas situaciones, alterar la temporalidad de los
eventos. En términos de Bazin hay mucho ‘montaje prohibido’, pero al mismo
tiempo hay una obsesión por lo ontológico de la imagen, por la conexión entre
el registro observacional y los sucesos de la realidad, que conecta con el
realismo baziniano. Por eso la escena del examen de cine me parecía que ponía
en discurso esas reflexiones que atraviesan a la película”.
Tal vez sea uno de los planos finales el que mejor sintetiza
el espíritu de Las facultades. En el pasillo, frente a una de las aulas, varios
alumnos esperan la entrega de las libretas de calificaciones. De fondo se
escucha una melodía de Ravel que ejecuta un estudiante de música. El plano fijo
de la espera se altera al ritmo de los lejanos acordes, el foco recorre los rostros
demudados, las reacciones imprevistas, la euforia contenida. Esa imagen
condensa los múltiples sentidos a los que aspira el título de la película: el
saber y el lenguaje apropiado, la incertidumbre del resultado, la adquisición
del ímpetu por la disputa. Entre los sonidos de esa composición impresionista
vislumbramos a quienes Eloísa Solaas dio presencia en su película, esos mundos
que se escenifican en el aprendizaje y su evaluación pero que también dan
cuenta de quienes son los que los habitan.
1 comentario:
Hola, soy Theresa Williams. Después de estar en una relación con Anderson durante años, él rompió conmigo, hice todo lo posible para traerlo de regreso, pero todo fue en vano, lo quería tanto por el amor que tengo por él. Le supliqué todo, hice promesas pero él se negó. Le expliqué mi problema a mi amiga y ella sugirió que debería contactar a un lanzador de hechizos que podría ayudarme a lanzar un hechizo para traerlo de vuelta, pero soy del tipo que nunca creyó en el hechizo, no tuve más remedio que intentarlo, yo envié por correo al lanzador de hechizos, y él me dijo que no había problema de que todo estaría bien antes de los tres días, que mi ex volvería a mí antes de los tres días, lanzó el hechizo y sorprendentemente en el segundo día, eran alrededor de las 4 p.m. Mi ex me llamó, estaba tan sorprendido que respondí a la llamada y todo lo que dijo fue que lamentaba tanto todo lo que sucedió que quería que volviera con él, que me ama tanto. Estaba tan feliz y fui con él, así fue como comenzamos a vivir juntos felices de nuevo. Desde entonces, he prometido que cualquiera que conozca que tenga un problema de relación, sería de gran ayuda para esa persona al referirlo al único lanzador de hechizos real y poderoso que me ayudó con mi propio problema. Su correo electrónico: {drogunduspellcaster@gmail.com} puede enviarle un correo electrónico si necesita su ayuda en su relación o en cualquier otro caso.
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