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He naufragado en un mar de recuerdos.

Ante el futuro incierto, busco en el presente
al que soy. Hoy ya no es ayer.
G.D.

Estar ROTO DE AMOR, duele.

G.D.

jueves, 20 de mayo de 2010

Ficciones


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Conocemos nuestro destino. Sabemos que no somos inmortales.
Vivimos, aguardando esa noticia. Si la carta no llega, se nos revela en sueños. La fecha exacta de la partida o la edad en que abandonaremos la Tierra. Mientras tanto, hay que vivir, hacer y esperar.
Parece una maldición o un designio. Aunque no siempre fue así. En otras épocas, nadie lo sabía. Algunas veces se adivinaba, se presagiaba y no con demasiada exactitud. En la mayoría de los casos, esto angustiaba, aterraba y confundía a las personas.
Pero esto había cambiado.
Desde el año 2123, las cartas comenzaron a llegar por correo electrónico, impresas en antiguo papel de pulpa o en los mini LCD, tan comunes en estos días, descartables y frágiles.
Si fallan estas vías, puede averiguarse. Los Registros Civiles anotan los nacimientos como las partidas previstas. Ellos también son notificados de la fecha de expiración humana.
Si por alguna razón, el individuo no es notificado, o no recuerda lo comunicado en sus sueños, puede dirigirse a esa oficina y averiguar el día y la hora, el año y el mes del adiós.
No es fácil recibir este documento. Peor resulta ignorarlo. No siempre hay tiempo para todo lo proyectado.
En mi caso, estoy esperando la confirmación de un sueño. En él se me comunicó que partiré a los 77 años. No sé día, hora ni mes. Tampoco cómo y debido a qué circunstancias. Esos son los únicos misterios que quedan sobre el Fin.
Este trámite doloroso -previsible-, resulta peor cuando el anuncio fija una fecha próxima, o da poca vida a un niño o un joven.
Nada se puede hacer al respecto. No hay engaño posible ni dilaciones.
Nacemos con esa fecha grabada en nuestro ADN.
(C) Gustavo D´Orazio, 2009.

1 comentario:

Leo Campisi dijo...

muy buena narración Gustavo! un abrazo