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He naufragado en un mar de recuerdos.

Ante el futuro incierto, busco en el presente
al que soy. Hoy ya no es ayer.
G.D.

Estar ROTO DE AMOR, duele.

G.D.

domingo, 17 de abril de 2011

El destino


Habla de noche


Ella habla sola. Murmura. Ríe, se mueve y sonríe.
Como padezco de insomnio, lo he advertido hace un tiempo, pero aún no se lo he dicho. Espero el momento oportuno. El día en que sepa como decírselo. Mientras tanto, cada noche, aguardo a su lado el hilo de voz que la delate.
A veces, acompaña sus dichos con movimientos bruscos; otras, suaves y ondulantes. Entre sueños, ha puteado, llorado y maldecido.
Hasta ayer, no ha hablado mal de mí. Es lo único que no podría perdonarle: que por las noches -en pleno sueño- siga obsesionada con mi persona.
Insomnio sumado a su decir mortificante sería demasiado. Demasiado para ambos.
La noche fue creada para descansar, para reponer energías.
Ella, habla de noche. Yo, casi no duermo, y no desearía escuchar de sus labios aquello que intuyo, conozco y anida en su mente. Esa que le indica a la voz qué decir, qué ocultar y reprimir, qué susurrar y confesar.
“No podría tolerar que, hasta dormida, pensaras mal de mí”, amenazaba Pedro López Lagar a una platinada Zully Moreno, perpleja por el tono cándido de su esposo. Pero aquello es cine.
López Lagar soportaba desplantes, respuestas hirientes, hasta que una madrugada, Zully -en un brillante camisón de tules-, decía lo que no debía, con ese ritmo lento y áspero, propio de una diva.
“Eres poca cosa, nada diría. Nunca te he querido”. Entonces, Lagar, de espaldas a la rubia cabellera de Zully, inyectaba sus ojos de odio y dejaba correr una lágrima, una sola gota, minúscula, que bañaba su mejilla de una verdad salada, punzante, insoportable.
Al día siguiente (en la escena siguiente), Zully despierta y halla sobre la cama deshecha una nota. La toma, la lee y la suelta. La cámara se aproxima y en letra manuscrita, apurada, se adivina una frase concluyente: “Hablas de noche”.
Entonces, me digo "Sí, si llegara a escucharle revelar su desamor, desde lo profundo del subconsciente, haría como López Lagar".

Gustavo D´Orazio


Esta vez, Patricia Morante, pensó en el destino como espacio, como tema de escritura. Un anclaje diferente (en mi caso), que rinde homenaje al cine argentino de la época de oro, siendo, a la vez, una ninificción donde el protagonista masculino del presente, avizora un destino temido y aguardado. La escena descripta, entre los actores, jamás existió: una ficción dentro de otra ficción. G.D.

5 comentarios:

Sor.Cecilia Codina Masachs dijo...

Paso volando Gustavo para desearte una feliz Semana Santa. Tengo una importante artritis en mi muñeca y voy como puedo escribiendo.
Con ternura
Sor.cecilia

Tolhuin dijo...

¡Excelente, Gustavo! Me encantó tu ficción dentro de la ficción dentro de otra ficción...
Para mí, está muy bien logrado. Buena semana.

María Socorro Luis dijo...

Muy original y lograda tu ficción de otra ficción.

Me ha traído muchos recuerdos la foto de la Zully; la vi tantas veces en los cines del centro...

Besos nostálgicos.

Anama dijo...

Espejos enfrentados, destinos que se reproducen, simetrías. Has reproducido un mundo muy borgeano en este minicuento eficaz, contundente a pesar de la duda que flota y es más cruel que la certeza.
Abrazos, amigo.

Carlos Ortega dijo...

Me ha encantado este relato. Magnífico.
El cine inspirando la literatura y la vida...

Una sonrisa.