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He naufragado en un mar de recuerdos.

Ante el futuro incierto, busco en el presente
al que soy. Hoy ya no es ayer.
G.D.

Estar ROTO DE AMOR, duele.

G.D.

viernes, 28 de noviembre de 2008

HUMOR




El Colmo de un
Periodista Novato...

Que su primera nota publicada sea ad-honórem y...
sin su nombre


Es sabido que las primeras notas se publican, gratis. Algo extendido en el mercado, fuera de toda ética y lamentable, al decir vulgar... pero, como se deben acumular antecedentes, casi no queda otra: aceptar y publicar, publicar y hacer currículum...
Lo que sucede es que -salvo excepciones- uno ansía ver su nombre en letras de molde y darse un poco de corte (qué vocabulario antiguo, no)...Ya que te bancás no cobrar, deseás, aspirás que tu nombre y apellido aparezcan completos al final de la nota...
Pero, oh sorpresa, qué ocurre... Después de esperar que te publiquen el trabajo,
ves que tu hermoso nombre no figura.

POR QUE, preguntás. UN OLVIDO INVOLUNTARIO, te dicen.
DESPUES LO RECTIFICAREMOS...
Sí, en un espacio insignificante, inhallable...que cuando lo encontrás (después de una larga media hora de búsqueda) te deja ciego: de bronca y de agotamiento visual, real...
Y, entonces, sucede algo peor: DESCUBRIS QUE TU APELLIDO ESTA MAL ESCRITO...

A estas alturas ya no dan ganas de discutir "Z" POR "C", y pensás en simplificar
Nombre y Apellido, o bien cambiar de profesión...o de diario, o lo que, seguramente, harás NO ABRIR ESA BOCOTA Y DECIR FELICISIMO ME VAN A PUBLICAR UN ARTICULO...
Hasta no verlo, reflexionás, mejor no decir nada...

Lo que ocurre es que cuando publicás y llevás la nota feliz de la vida, para que tu gente vea el esfuerzo y que "firmás una nota", te econtrás con que tu vieja, o tu novio (en verdad cualquier familiar o amigo), te dice sin frenos: ¿y por esto te pagan?, o ¡qué linda!, y la dejan a un costado, sin más; o, lo que es peor aún, "No, ahora no puedo leerla, estoy ocupado, dejámela para cuando vaya a la cama o en el viaje de tren, así la leo"...

GRAN DECEPCION...

Entonces, pasan los días, y cuando vas al baño, qué econtrás: El ejemplar de tu publicación en ese espacio sagrado y familiar de lectura (veloz o no tanto), o lo que es mucho más triste: en el fondo del tacho de residuos, confirmando, desde muy temprano, que nada es más viejo que el diario de ayer.
"Sí, entiendo, pero estaba mi nombre", te decís, una y otra vez.
También, como periodista novato, uno hace cosas que, posiblemente, discontinúe o deje, definitivamente, con el paso del tiempo, salvo en los obsesivos, que son muchísimos.

Al comienzo de la carrera profesional, o semi-profesional, se recorta todo lo publicado, o pedimos que nos graben para criticarnos, luego, y así mejorar...
Sí, decimos, hay que ser autocrítico. Después de algunos años, ni locos hacemos lo mismo...
Para qué volvernos a leer o escucharnos...
No sé cómo me aguantan, y si me descubren, o algún despistado (que nunca falta) lee mi artículo y lo usa en mi contra, se ríe de mi voz o mi imagen regordeta (no sé si saben que la tele nos ensancha, jamás de altura, claro, delatando todas las imperfecciones, salvo que sean Mirtha o Susana y usen cámaras japonesas y gel crioregenerador en dosis extrema)...
No, te decís. Mejor no dejar rastro o pista que el tiempo puede transformar...

El tiempo, ése sí que todo lo transforma, encargándose de ubicarnos a cada uno de nosotros en su justo lugar...
Si me veo en pantalla, mucho no me gusto. Así soy, pregunto, así me ven los demás;
si me escucho, en cambio, recuerdo a la voz de mi abuelo, al cual siempre odié por su timbre, que finalmente heredé, debo aceptarlo, y si me releo, me corrijo tanto que vuelvo al libro de primer grado, no de primer año de Periodismo...(ay Martínez Albertos) Sí, mejor es dejar todo como está. Hacer y dejar que otros hagan lo suyo.

Qué duro oficio éste de ser Periodista y querer demostrar
y demostrarse que se es bueno...

Lo ideal es ser uno mismo, trabajar, mimarse un poco, y no esperar elogios fáciles. Si llegan, aunque tarde, bienvenidos.
De lo contrario saber que nadie, si es tornero o panadero, anda mostrando por ahí su baguette o resorte para que le digan "qué lindo pancito hace Ud., o...".
En fin, el verdadero colmo de un periodista es su propia vanidad, confundirse con una estrella de cine y olvidar que lo suyo, lo nuestro, es un oficio, un trabajo en donde el intelecto
y los sentidos son los únicos aliados.

El sentido común, la coherencia, la honestidad y la pasión unos pocos valores que ayudarán a crecer y sostener la maravillosa misión de Comunicar, más allá de las firmas y los rostros
perfectos...
Por eso, cuando la verdad y la inteligencia construyan un buen relato se dará paso al arte del periodista... y el lector, oyente, o público -comodamente instalado frente a las pantallas de su televisor o PC- sabrán que siempre, detrás de una buena producción noticiosa
se esconde un gran periodista, aunque su estatura no supere el metro sesenta y cinco.
2006 - G.D.

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