Saber que nada es para siempre
y vivir como si fuéramos inmortales;
conocer nuestros límites
e igual apostar a la utopía.
Descubrir lo obvio
con dolor y asombro.
Compartir lo antiguo
como una novedad descarnada.
Susurrar palabras
pese al llanto;
reubicarse en la cotidiana desesperación;
animarse a más,
volver a confiar,
a pensar,
a creer,
a hacer,
a sonreír.
Como si fuéramos eternos,
ungidos por el sueño de los dioses,
en la cristalina mirada de un tiempo sin límites,
auscultar el devenir permanente
y ser hombres:
creaturas de lo finito,
contenidas por los latidos de un presente que se acaba.
...y todo
por el sólo (y egoísta) hecho de ser
felices;
de cumplir y discurrir
en el impreciso mandato de vivir.
Gustavo D´Orazio
2 comentarios:
Que bueno y que sabio poema, Gus.
Con abrazos de primavera.
¡Muy bueno! Me gustó mucho este poema. Me toca.
Un abrazo y una sonrisa, poeta.
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