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He naufragado en un mar de recuerdos.

Ante el futuro incierto, busco en el presente
al que soy. Hoy ya no es ayer.
G.D.

Estar ROTO DE AMOR, duele.

G.D.

viernes, 31 de octubre de 2008

Reflexión

¿Por qué leo?

“Quiero cuentos, historietas y novelas
pero no los que andan a botón;
yo los quiero de la mano de una abuela
que me los lea en camisón”.
María E. Walsh

Leo y me siento menos solo. Leo y disfruto de la compañía del libro, de su autor, de su imaginación.
Leo y recuerdo mis primeras lecturas. Aquel libro de primer grado (“Los Teritos”), las revistas Billiken y Anteojito; la Enciclopedia Estudiantil y los maravillosos textos escolares de la editorial Kodek.
Los cuentos y novelas de aventura, el libro de catecismo y Platero.
Aunque en cama, convaleciente, seguía leyendo, con dificultad, pero siempre atento a la intriga y a los personajes, a la historia que me conmovía y entretenía.
Con libros usados -muchas veces subrayados en forma casi íntegra- leía para saber más, conocer los adelantos científicos y técnicos; descubrir y soñar con la Era Espacial (en 1969 tenía 7 años), indagar en el mundo de los animales...
No había, claro, Internet; apenas radio y TV en blanco y negro, sí cine y, más lejano, el teatro que pocas veces uno visitaba, salvo excursión clave del colegio.
El circo, los juegos compartidos (mancha, escondida) y el festejo de cumpleaños (no existían peloteros), hasta alguna kermese o acto escolar-festivo amenizaba la vida social de principios de los ’70.
Leer era (es y será) una excelente ocupación. Y continuará siéndolo porque las palabras nos conectarán -sin sanciones horarias o una exagerada mención de marcas en tandas publicitarias o programas mediocres- con distintos hechos, con diferentes situaciones, geografías, voces y...

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“Leemos para imaginar. Leemos para aprender cómo es la respiración del mundo. Y, a veces, también leemos para descubrir que el mundo no respira como imaginábamos, sino de otra manera. Todo y todos somos, a cada instante, otros. Si no supiéramos leer, tampoco sabríamos pensar”. Tomás Eloy Martínez - 2006
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Pienso, leo y difundo la lectura. Entre mis hijos y alumnos, entre familiares y amigos. Entre usted lector de “El Club de las Artes” y quien quiera empezar a serlo.
Para que sueñe, razone y se emocione. Para que desarrolle aún más su imaginación y esté menos solo.
Un libro es siempre fiel. Y aunque nos desencante su contenido, aprenderemos igual de él; y es justo y necesario que seamos críticos.
Hoy, junto al libro y la prensa escrita, emergen -imponentes- las versiones digitales, el hipertexto, internet y los CD-Rom. Son parte de la nueva lectura, del nuevo soporte del texto (codificado en palabra e imagen; velocidad y virtualidad), y al que no podemos dejar de reconocer e incorporar para actualizarnos.
Sin embargo, en su versión en papel, el libro nos seguirá acompañando, tanto en viajes y dormitorios, como en salas de espera aburridísimas y playas soleadas. Por eso leo todo lo que puedo (que es mínimo considerando lo que se edita en el país y el mundo), y seguiré haciéndolo hasta que mis ojos y mi cerebro digan basta.
Gracias a la lectura me siento vivo, me siento incompleto y con ganas de leer cada vez un poco más.
¿Usted por qué lee?.

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