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He naufragado en un mar de recuerdos.

Ante el futuro incierto, busco en el presente
al que soy. Hoy ya no es ayer.
G.D.

Estar ROTO DE AMOR, duele.

G.D.

miércoles, 11 de febrero de 2009

Opinión Pública






UNIVERSIDAD ABIERTA INTERAMERICANA

Facultad de Ciencias de la Comunicación
Decano: Lic. Daniel Musa

Licenciatura en Periodismo

TRABAJO FINAL DE GRADO,
PERTENECIENTE A
GUSTAVO D´ORAZIO
Tutoría, a cargo del Prof. Daniel Escribano

Ciclo Lectivo 2001

ABSTRACT / FRAGMENTOS

Tema:
La Resignificación del Espacio Público y los Nuevos Modos de Participación


Título:

Shopping-Plaza y Ciudad Virtual:

PERDIDOS EN EL ESPACIO (público)


Contenidos:

Modificación del Espacio Público. La Participación Ciudadana. La Construcción del Nuevo Espacio Urbano: Privatizaciones y Estado. De la Plaza al Shopping. Ciudadanos y Consumidores. La Ciudad Virtual. La Desmovilización Política. Teleciudadanía y Teleparticipación.

Primer Movimiento: Modificación del Espacio Público - La Participación Ciudadana

"(...) ¿Pero, en qué etapa nos hallamos hoy, cuando se evidencia una sociedad mediatizada, auxiliada por los medios de comunicación y la tecnología, aunque dispersada en sus valores e ideales esenciales?.

Según Jean Marc Ferry (“El nuevo espacio público” – editorial Gedisa), “las transformaciones del espacio público y la publicidad política remiten, primero, a los griegos y a la plaza pública como el lugar concreto donde los ciudadanos debían reunirse para debatir sobre asuntos concernientes al gobierno de la ciudad”.

“Luego –agrega-, con la Ilustración se elaboró el ideal moderno –“Burgués”- de un espacio público político centrado en la categoría de la publicidad de debates, leyes y juicios”.

“Tanto H.C. Gadamer como Hannah Arendt, han retomado estas posiciones, poniendo de relieve –dice Ferry- las oposiciones entre lo político y los económico; entre lo público y lo privado; la libertad y la necesidad; el poder y la dominación; la práctica y lo técnico”.

Estos modelos, el griego y “el francés”, privilegian distintos factores de concepción del espacio público.

De la delimitación antigua de espacios y usos (lo privado como territorio de lo doméstico y reino donde se producen los procesos biológicos o espirituales; y el público, asociado a la política y la participación ciudadana en los asuntos de estado) a la actual forma en que se integran y confunden las esferas privadas y públicas, han pasado varios siglos signados por avances y retrocesos.

Superposiciones y transformaciones que, de los fundamentos del siglo XVIII: argumentación pública y discusión racional dirigida sobre la base de la libertad formal y la igualdad de derechos, se muda –durante el siglo XIX- a la aparición de otra manera de hacer política y publicidad de las acciones públicas.

A mediados del siglo XIX se registra el gran cambio del espacio político francés . En particular, la opinión pública vira su sentido: ya no es el concepto heredado de la Ilustración, que se empeñaba en distinguir a la “masa confusa” de las opiniones particulares en las que se expresan intereses individuales y hasta conflictos.

Por otra parte, la acepción de opinión pública es la que posteriormente retomarán los grandes institutos de encuestas.

Se dice que el carácter público de la opinión, es decir su representación institucionalizada en la Prensa y el Parlamento, ya no puede ser identificada como antes, con la difusa “voluntad general”.

Después del desarrollo de las democracias masivas (occidentales), siempre según Ferry, una nueva feudalización se apodera del espacio público, avasallando a la opinión pública por medio de los partidos políticos, los sindicatos, las asociaciones y todo cuerpo intermedio. Si a esto le agregamos la burocratización y la tecnificación, es entendible el abandono de la ciudadanía, la pérdida de identidad, el eclipse de lo político (y hasta de las formas de representación), y el triunfo de otros mecanismos y estados de realización, bajo el imperio de la técnica, el consumo y la sociedad de los medios consolidada –definitivamente- en el siglo XX.

A estos tiempos actuales, a estas últimas décadas dedicaremos el presente ensayo –una pequeña investigación, en verdad- que de lo global pasa a lo particular; de lo lejano a lo más próximo: nuestro país y esta sociedad.

Retomando el título de este Primer Movimiento: “Modificación del Espacio Público – La Participación Ciudadana”, nadie puede poner en duda cómo los modos vigentes de expresión y reclamo han descartado
esquemas y “lugares” clásicos, descalificando ámbitos e instituciones consagradas.

Es que en la “cultura mediática” de este fin de siglo, la política y la opinión pública abandonan los antiguos modelos. Porque la construcción del imaginario social y personal desalojó de la tradicional Plaza a la manifestación, el gran acto, los largos discursos, vaciando de contenido y sentido a los mismos, pese a que aún se concreten y tomen en cuenta.

Las nuevas experiencias mediatizando la política, y los cambios de prioridades en la sociedad han hecho el resto.

Políticos y TV más industria cultural
[1], consumo y protagonismo personal van de la mano en esta comunidad de lo efímero, donde al crepúsculo de valores tradicionales le siguen la globalización digital, la fugacidad del tiempo real y la incógnita del porvenir, más allá del año 2000.

Ya no hay Teorías de la Dependencia, Doctrina de la Seguridad Nacional, Bloque del Este o Comunismo (Guerra Fría). Pero siguen presentes -en la geopolítica de hoy- países industrializados y en vías de serlo (¿cuándo?, cabe preguntarse); naciones democráticas y fundamentalistas; el FMI y otros organismos de crédito, sumados a los que constituyen el poder político-militar del "mundo libre globalizado"; deudas externas, pobreza extrema y desigualdades varias (multiculturalismo).

Desigualdades -o diferencias- que nacen de las identidades nacionales, de los orígenes religiosos (creencias, ideas), políticos y étnicos particulares, y se acentúan no sólo por las limitaciones o equívocos naturales-endógenos, sino por las presiones externas ("los poderes hegemónicos"), que determinaron a través de la historia el desarrollo que debían alcanzar algunas regiones (algunas comunidades) del planeta.

Por ende, la utilización y generación de ciencia y tecnología, la estabilidad y libertades institucionales -para crear y producir- ; los capitales y el progreso de los recursos humanos (la población), dependió de estos factores o centros de poder, al regular hoy hasta el uso del tiempo libre (el entretenimiento), los hábitos de consumo y el acceso a los conocimientos o saberes de punta -clave del presente, y "el poder", en la sociedad de la información-
[2].

La Argentina no es ajena a este perfil, a este cuadro de situación. Tras casi 20 años de democracia, nuestra sociedad, nuestra opinión pública, los políticos y las instituciones tradicionales (como emergentes) se han visto impactados-superados por las tendencias que otras sociedades, otros países, ya habían experimentado y analizado.

Aquí, recién en los años 80, hacia fines de la década, nos dimos cuenta del latido posmoderno y sus pulsos más conspicuos: falta de credibilidad en el hacer político clásico y en los políticos tradicionales; avance de la sociedad civil (ONGs), de las privatizaciones –con el

consiguiente retroceso del Estado e ingreso de capitales externos- y el consumo; la irrupción de la TV, la informática y de los medios de comunicación en general como vigías, rectores y canales –ámbitos- propicios para todo aquello que quería hacerse conocer públicamente.

En el trabajo “Política y Comunicación: entre la plaza y la platea” – revista Voces y Culturas, Nro. 6, 1994, la investigadora social argentina, María Mata, lo describe con datos precisos y una mirada acertada: “La plaza como lugar público donde suceden intercambios directos; como lugar de la acción. Como ágora, espacio material y simbólico de la vida política -dice- en la tradición clásica. La plaza como centro articulador de los espacios ciudadanos y, en nuestro imaginario político nacional, como irrupción de actores colectivos (el pueblo, la masa). Como territorio en que se trataban adhesiones y se procesan enfrentamientos: la plaza del 17 de octubre de 1945, la del 25 de mayo de 1973, la del 1ro. de mayo de 1974, la de Pascuas de 1987...La plaza, en suma, como centro de reconocimiento de la política como mediación y confrontación de intereses. Como la localización del actuar colectivo articulado en representaciones sociales y partidarias”.

“La platea –sostiene Mata- como espacio bivalente, público y privado al mismo tiempo. Público en tanto oferta genérica que permite acceder a un espacio común de representación. Privado, particular, en tanto lugar -asiento- de la contemplación, de la producción en recepción. La platea como ámbito natural del espectáculo y el espectador, no identificable como lo pasivo o meramente asimilador y reproductor, pero contraseñido por los limites de lo representado. La platea, por tanto, aludiendo más que a la acción a la actuación”.

María Mata, parte del valor simbólico y referencial de la Plaza para acercarse a la resignificación de espacios y la mutación o tránsito de éstos: 1ro., a públicos y contenedores de opinión y deseos y, más tarde, a lugares desechados por la ciudadanía cansada, descreída y/o reprimida, privatizados y por ende utilizados para otros fines (shoppings o hipermercados, por ejemplo) o como los han descripto a muchos de ellos: “no-lugares” (Marc Augé, antropólogo francés, autor del ensayo “Los No-lugares”). Pues si bien se sustancian entre lo público y lo privado, se incorporan al paisaje sin personalidad definida, como una gran vidriera o un espacio de confort y reunión que, en la cotidianeidad, elude los fines del encuentro, el diálogo profundo y el intercambio de posturas.

“El predominio de la platea sobre la plaza, como lugar de construcción de lo político, constituiría un primer puente entre política actual y la cultura mediática. Sobre ese puente transita la participación ciudadana. En términos globales -afirma María Mata-, por mediatización de la política se entiende el proceso en y por el cual los medios de comunicación masiva -preferentemente los que emplean tecnología audiovisual e informática- imponen crecientemente su lógica en la construcción de la realidad política”.

“Esto, aclara, entre otras cosas, significan lo siguiente:

¨ Que tales medios son los principales mediadores entre espacios clásicos de la política o tradicionalmente legitimados como tales (el Gobierno, el Parlamento, los Partidos) y la ciudadanía, transformada en público masivo. Esta mediación se produce cuando se verifica un alejamiento de los partidos políticos de la vida y necesidades cotidianas de los ciudadanos y un cambio de los escenarios y actores, que intervienen en la formulación de proposiciones y la agregación de intereses, debilitamiento de las militancias, de la labor educativa y proselitista directa, el abandono de la inserción en espacios sociales ampliados y una creciente utilización de los recursos de ingeniería política.

¨ La mediatización de la política significa, al mismo tiempo, la construcción de nuevos espacios de procesamiento, debate y legitimación de ideas políticas a través de estrategias y géneros menos emparentados con la argumentación racional que con la adhesión afectivo-emolcional (Oscar Landi, “Videopolítica y Cultura" (FELAFACS).

¨ Por último la mediatización de la política, exige una remodelación global de las formas en que se comunican decisiones o exteriorizan reclamos. Muchas de estas modalidades se acercan al show y emparentan con el espectáculo, tornándose singularmente atractivas para los medios de comunicación y el público que asiste a ellas, sabiendo que no son ficción pero que en su representación, escinificación, adoptan cierta impostura, cierta estética y lenguaje (códigos), propios del discurso televisivo o teatral (...)". Continúa en otros post, con segundo, tercer y cuarto movimiento, más epílogo.

[1] Son muchos los textos que explican este fenómeno, pero el trabajo del sociólogo argentino, Heriberto Muraro, "Políticos, Periodistas y Ciudadanos", Fondo de Cultura Económica, 1997, conecta a los mencionados en lo que se conoce como Videopolítica, a partir de los aportes propios y la novedosa manera de conquistar e informar a la Opinión Pública.
[2] El panorama descripto se profundiza (se agudiza, en verdad) aún más, tras lo acontecido el 11 de setiembre de 2001, con el ataque terrorista a las Torres Gemelas de Nueva York: símbolo del poder financiero internacional, y al Pentágono: materialización del poderío militar-gubernamental de los EE.UU. Es indudable que, de ahora en adelante, en pleno siglo XXI, emergerán nuevos objetivos y estrategias para el Estado Global que el mundo libre ha concebido. Nuevos mecanismos de control "vigilirán y velarán por la seguridad", previendo y neutralizando al enemigo ( encarnado, ahora, por el Terrorismo Fundamentalista), ya que como lo señaló el historiador francés Jean-Francois Daguzan, "por primera vez una organización que no pertenece a un Estado fue capaz de jugar el mismo papel que un Estado soberano", lo que altera la visión y concepción de la política y la defensa a nivel mundial. Aunque, al mismo tiempo, exhibe con crudeza la parcelación del Globo, lo irreconciliable de algunas posturas (intereses) y el planteo de nuevos -y sofisticados- enfrentamientos y nula reflexión sobre los dominios ejercidos, los aciertos y los errores.

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