Es verano, pero rescato de mi poemario, un escrito de invierno.
Un papel con letra y música que agradece y valora.
E.S.P.E.R.A.N.Z.A
Nunca te abandoné.
¿Por qué no escribirte, entonces,
si es lo que menos hice?.
Escucho la música,
veo el fuego,
y mi hija corre
-en este frío invierno-
ensayando espontáneos "papá".
¿Puede pedirse más?.
Escribo estos versos y pienso.
¿Cómo no invocarte,
en una tarde de julio,
si eres tú la que impulsas
cada renglón de mi texto;
cada instante de vida?.
Y aunque ese sueño duerma en penitencia,
o, a veces, en silencio me permitas llorar,
nada puedo reclamar.
He sido libre y amado.
¿Cómo no evocarte,
si aún habitas mi ser
y el de quienes quiero?.
G. D. 20 de julio de 2000.
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