Ganadora del Oscar a la Mejor Película Extranjera/2009, el film japonés, FINAL DE PARTIDA, describe -entre otros temas- el nokanshi: un ritual fúnebre que consiste en acondicionar a los muertos -maquillándolos, vistiéndolos con su mejor traje- ante la presencia de familiares. Mediante la ceremonia, se demuestra el lado espiritual y conmovedor de la "partida", constituyéndose, además, en un refugio ante la vertiginosidad del mundo diario, ruidoso, ajeno a esos instantes de silencio que requieren intimidad, y tiempo para elaborar el duelo...
Bien interpretada, ágil, discreta, correctamente dirigida, Final de Partida, se presenta como una buena alternativa de ese otro cine que buscamos y podemos disfurtar en DVD, tras su estreno en el cine.
Justamente, hoy, el diario argentino Página 12, habla de la película. YO, LA RECOMIENDO. POR SU MUSICA, SU AMBIENTACION, POR DARNOS A CONOCER COMO SE DESPIDE A LOS SERES QUERIDOS (O NO TANTO) EN JAPON, POR UNIR ELEMENTOS DE LA NATURALEZA -fuego, agua, aire, madera, etc.- Y PLASMAR UNA HISTORIA MUY ATRACTIVA SOBRE UNA PAREJA, SU COTIDIANEIDAD, LOS TRABAJOS Y COSTUMBRES DE UNA SOCIEDAD QUE NO CONOCEMOS EN PROFUNDIDAD. Es una cinematografía diferente que merece ser descubierta. G.D.
.................................................................
(…) Final de partida, en cambio, habla de frente de la muerte. Hay quien la cataloga de edificante porque es una película con violoncello y porque ganó el Oscar a la mejor película extranjera, pero igual habla de frente de la muerte. Su protagonista se queda sin trabajo cuando la mediocre orquesta donde es mediocre cellista tiene que cerrar. El único puesto que consigue es en una funeraria de pueblo chico, donde debe aprender el lavado y preparación de los difuntos antes de ser cremados. En Japón, esta tarea es realizada por los empleados de las funerarias en la casa del muerto y delante de los deudos, de una manera tan ceremonial y hasta virtuosa en su nivel de discreción y delicadeza (todos arrodillados en el piso de tatamis, de un lado los deudos y del otro el empleado funerario, con el finado acostado entre ambos, cubierto con un lienzo, y las manos del empleado maniobrando como las de un mago debajo del lienzo, primero lavando, después taponando, después vistiendo y después maquillando, sin que el lienzo muestre más movimiento que el del mar en un día planchado) que pone literalmente la piel de gallina. Si bien esa ceremonia ennoblece raramente al muerto delante de sus seres queridos en esos últimos instantes previos a la cremación (no importa cuán humilde sea la familia), los que hacen ese trabajo están mal vistos socialmente en el Japón: como si los salpicara el contacto cotidiano con la muerte. En eso consiste toda la película: en el cambio que le produce al joven protagonista ese contacto cotidiano con la muerte, ese oficio que al principio no se atreve a confesar ni a su esposa. (…) Página 12.
Contratapa del viernes 6-8-10, Juan Forn.
.................................................................
(…) Final de partida, en cambio, habla de frente de la muerte. Hay quien la cataloga de edificante porque es una película con violoncello y porque ganó el Oscar a la mejor película extranjera, pero igual habla de frente de la muerte. Su protagonista se queda sin trabajo cuando la mediocre orquesta donde es mediocre cellista tiene que cerrar. El único puesto que consigue es en una funeraria de pueblo chico, donde debe aprender el lavado y preparación de los difuntos antes de ser cremados. En Japón, esta tarea es realizada por los empleados de las funerarias en la casa del muerto y delante de los deudos, de una manera tan ceremonial y hasta virtuosa en su nivel de discreción y delicadeza (todos arrodillados en el piso de tatamis, de un lado los deudos y del otro el empleado funerario, con el finado acostado entre ambos, cubierto con un lienzo, y las manos del empleado maniobrando como las de un mago debajo del lienzo, primero lavando, después taponando, después vistiendo y después maquillando, sin que el lienzo muestre más movimiento que el del mar en un día planchado) que pone literalmente la piel de gallina. Si bien esa ceremonia ennoblece raramente al muerto delante de sus seres queridos en esos últimos instantes previos a la cremación (no importa cuán humilde sea la familia), los que hacen ese trabajo están mal vistos socialmente en el Japón: como si los salpicara el contacto cotidiano con la muerte. En eso consiste toda la película: en el cambio que le produce al joven protagonista ese contacto cotidiano con la muerte, ese oficio que al principio no se atreve a confesar ni a su esposa. (…) Página 12.
Contratapa del viernes 6-8-10, Juan Forn.
1 comentario:
Parece interesante y muy distinta a lo que nos tiene acostumbrados el cine americano, donde podemos ver un montón de muertes en una sola escena pero sin consecuencias emocionales, como si esos muertos no tuvieran familia ni amigos.
Hace un par de días estuve en el videoclub y no recuerdo haber visto esta película, pero intentaré encontrarla.
Un saludo. Lola.
Publicar un comentario