Pecado Venial
Empujado por mi desdicha
y ese (maldito) vaso vacío.
Un día de estos me decidiré a hacerlo. Traspasaré el umbral de mi casa y llevaré-disimulado en un bolsillo- el cuchillo más afilado que encuentre en la cocina.
Caminaré hasta la esquina y doblaré despacio. Con el rostro sereno miraré a mi alrededor. Luego, cuando ya esté en la mitad de cuadra, volveré a observar a los transeúntes, sintiendo que el filo del "tramontina" aún me acompaña, frío y seco.
(En minutos, apenas, sé que estará húmedo y pegajoso).
Al percibir que las miradas no me toman en cuenta; que soy uno más entre tantos caminantes, me atreveré a concretar el sueño reprimido por meses.
Ese deseo oculto, esa necesidad que ya no puede permanecer -por más tiempo- alojada en el inconsciente.
Tomo el "tramontina", frío y seco (todavía), y lo introduzco sin pena.
Noto que el pulso no vacila ni un instante. Corto rápido y seguro.
Un líquido verdoso comienza a correr por mis manos, hasta manchar los puños blancos de la camisa.
Con el gajo en el bolsillo izquierdo del jean, salgo disparado hacia la vereda de enfrente.
Exhausto, recorro un camino conocido, que me devuelve a la seguridad de la casa que habito.
Ahora sí. Lo observo tranquilo.
Después de la agitada misión, ese jazmín perfuma la soledad de mi cuarto.
P.D.: ...y el maldito vaso no volverá a estar vacío.
Gustavo D´Orazio
4 comentarios:
¡Qué excelente cuento! Tanto que no quería perderme de leerlo. Fue un verdadero placer. Abrazos.
¡Excelente micro, amigo! Te confieso que no lo recordaba pero en la voz de Patricia se fue corporizando, resaltando la intensidad y desplegando la identidad propia que lo caracteriza.
¡Perfecta alquimia! Los quiero a los dos
Muy bueno.
No sólo es intenso y mantiene la expectación, me parece que es profundo. La idea de la soledad y la desdicha le hace cobrar fuerza.
Una sonrisa.
Te mantiene atento todo el tiempo. Y el final nos libera con gratitud. Gracias Gustavo!
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