Té
Tiñes el agua clara
Llegas al fondo blanco de la taza
perfumándola de oriente a occidente
En el centro
un dibujo de tinta
de finos trazos marrones
corporizan tu sabor milenario
Expandes un color de león
que finalmente cubre
la superficie toda
Humeas
y entibias la fría porcelana
hasta el asa
Das calor
paz
Armonizas
con tus hebras
el frío hueco
que el alma oculta
o expone y refleja
sobre el humeante espejo
del que tú eres mentor
Gustavo D´Orazio - 2009
EN BUENOS AIRES HACE FRIO, QUIERO COMPARTIR CON UDS. UN TE CALIENTE Y CHARLAR, COMENTAR ACERCA DE LIBROS, DE AUTORES, DE CINE, DE LA VIDA...SALUDOS CORDIALES Y GRACIAS POR SEGUIRME, LOS LEERME Y OPINAR. G.D.
3 comentarios:
Íntimo, cálido, minuciosa observación, detalle de sensaciones. El té forma parte de nuestros rituales cotidianos, ¿no?
Abrazos poéticos
Y hablando de libros, terminé La promesa. Aparece, como habíamos anticipado, el estilo inconfundible de su autora, Silvina Ocampo, filoso, mordaz, por momentos; desafiante, transgresor, no solo en ideas sino también en el formato de esta novela que no termina de serlo, en mi opinión. También me parece original el planteo de la situación de la protagonista: una anécdota apenas tratada (el naufragio), aunque muy sugeridora, que da lugar a que aparezcan en escena tantos otros personajes, cuya finalidad, creo, no es funcionar autónomamente sino hablarnos de la protagonista. A pesar de todos estos aciertos, prefiero la Ocampo cuentista, con esa mirada al sesgo de la realidad y esa capacidad de producir efecto por oposición, por no cumplir las expectativas del lector sino soprenderlo con niñas asesinas, muertes prematuras, incomprensiones, etc. De todos modos, una novela con un enorme valor documental: le llevó casi 25 años escribirla y reescribirla. Es extraordinario poder contar con un material así, una magnífica forma de entrar en su escritura e ir conociendo a la escritora detrás de la intelectual. Cariños.
Estuve en una plantación de té, en una hermosa ciudad cercana a Shangai, y la ceremonia para prepatrar y servir el té, verde o rojo, es todo un espéctaculo tanto visual como de filosofía vital.
Lástima que no he conseguido acostumbrarme a degustarlo, porque en realidad no tengo excesivo interés, aunque trataron de convencerme de las virtudes de la infusión más bebida del mundo.
Pero un té, en un café de de Buenos Aires, ahora que se avecinan vuestros fríos, es una invitación imposible de declinar. Y si es para hablar de libros, mejor.
Gracias, amigo
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