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He naufragado en un mar de recuerdos.

Ante el futuro incierto, busco en el presente
al que soy. Hoy ya no es ayer.
G.D.

Estar ROTO DE AMOR, duele.

G.D.

miércoles, 22 de febrero de 2012

Monólogo

Escrito para la oralidad…

“Arruga…y la puta que te parió” (*)

Hasta el 2010 viví en una casa de tres pisos, con splits en las habitaciones y escaleras que me agotaban. Tanto, que cuando llegaba a las habitaciones, agotado, mi mujer y yo, solo disfrutábamos del split…Ahora, en el departamento que habito, de dos ambientes, no tengo split, ni escaleras, ni mujer…
Con estos calores insoportables, me he desvelado muy seguido…, se imaginan, sin split…nada mejor que un buen libro en el balcón.
Leí, entre otros textos, un cuento de Aurora Venturini, dedicado a una tortuga o algo así, tan estremecedor y francamente molesto, que me
cuesta olvidar a su protagonista: CARBUNCULA TARTARUGA. Un adefesio de quelonio, en una trama desagradable que, en la ilustración, parecía a SILVINA OCAMPO, toda arrugada, espantando la vida, la alegría y el amor.
Pobre Silvina, tan talentosa y creativa, y tan consciente de su fealdad, oculta tras los característicos anteojos blancos de carey…
Para mí, Silvina, es una de las mejores cuentistas de la Argentina. Aurora, no pasa desapercibida. Y con su Carbúncula, menos.
Justamente, en enero, el diario Página 12 lo publicó con esa ilustración, oponiéndosele a la impoluta y escolar Manuelita de María Elena Walsh.

Carbúncula, les juro, resulta un oprobio para la humanidad y la belleza.
Fue así como, pensando en el nuevo texto cómplice de quienes llevamos adelante “Triálogos”, me detuve en la palabra arruga…
Arruga, tortuga. Arrugas que comienzo a bancar, porque no queda otra más que aceptarlas…Lo que sí no soporto, son las manchas de la vejez: tan antiestéticas, y… la falta de split…cómo extraño el aire frío de otros tiempos…mi querido split…
Cuando me puse a garabatear, a desarrollar textos, ideas… la verdad es que, rápidamente, me quise desligar del pliegue molesto, delator del paso del tiempo…y vino a mi memoria, un apellido; una escena, una oficina, un desquite…y otro autor: Mario Benedetti y su novela “La Tregua”.
Es que el verano tórrido da para muchas noches afiebradas…, si al menos tuviera el split…pero a falta de aire fresco, buenos son los recuerdos, las invenciones y alteraciones.
Todo ocurrió en una sóla noche: el cuento de Aurora Venturini, el rostro de Silvina Ocampo, mis manchas de la vejez, la palabra arruga, el split, el calor, el escrito que debía concebir, Manuelita…
Si hasta recordé el día en que compré “La Tregua” en Montevideo; la noche en que la proyecté en el ciclo “Tiempo de Cine”, en 1984, 10 años después de su estreno, con una entrevista a su director Sergio Renán…Pero lo que más pesaba en mi memoria, era esa escena clásica, de juego malicioso entre compañeros de oficina…
No hizo falta hurgar y viajar a través del tiempo: sin split y con lápiz en mano, el cuentito se disparó "de una", estructurándose limpio y rápido.
Arruga era uno más, un empleado más. Interpretado por un joven Antonio Gasalla, era el burlado y menos apuesto. Los otros, sus compañeros, un ramillete de personajes prototípicos, encarnados por los excelentes Carlos Carella, Walter Vidarte, Hugo Arana y, en el rol del jefe, próximo a jubilarse, Héctor Alterio.
En la convivencia diaria, siempre el gastado era Arruga: por el apellido, sus modales, su cara agria, sus rezongos, sus verdades espetadas en el entorno bullicioso: demasiado masculino, siempre atravesado por el fútbol, la quiniela, el PRODE, las mujeres, las mujeres, el trabajo repetitivo, tedioso, de la administración manual de números (no había llegado la informática, aún)…y miles de chanzas que alteraban al flaco Arruga, molestándolo y sacándolo hasta el grito exasperado…
Pero un día, recuerdo el momento con claridad absoluta, Arruga, ya no aguanta, y al caérsele un pilón de expedientes, y escuchar la risotada de todos, a sus espaldas, y comprobar que se le habían mezclado documentos, facturas y notas…les dice que son unos mediocres, unos pobres tipos que no se atreven a cambiar, a decir lo que verdaderamente piensan…
“Acaso ustedes no desearían otra vida, donde fueran hermosos, felices, …”, les vomita alteradísimo recibiendo a cambio la reprimenda de su jefe, que lo calla, elevando la voz e imponiéndole orden…
Al día siguiente, cuando la jornada laboral comienza, todos esperan el arribo de Arruga, pero…los minutos pasan y nada: Arruga no llega. Entonces, el jefe pregunta por el joven y nadie responde. Todos hacen que trabajan, miran sus papeles y descubren que cada documentación, cada informe, cada resumen de cuenta, está más que arrugado, está prolija y consistentemente arrugadísimo…ilegible, imposible de archivarse o ser utilizado…
-Qué pasa, contéstenme, dice el personaje de Alterio mirando hacia los escritorios, descubriendo un mar de papeles arrugados y, sobre el escritorio del flaco, flaquísimo Arruga, una nota breve, muy breve, y un par de llaves.
-Qué dice, le preguntan a coro.
-“Ahora, arréglensela, idiotas…”.
El silencio, total, absoluto, gana y deja a todos pasmados, boquiabiertos…
-A trabajar, que mañana hay balance…inútiles…ARRUGA Y LA PUTA QUE TE PARIO.


Gustavo D´ORAZIO
(*) No todos los sucesos y pormenores son fiel reflejo de las obras citadas. No se olviden de la falta de aire acondicionado y el largo viaje de esa noche de verano.

1 comentario:

Tolhuin dijo...

¡Qué monólogo divertido,Gus! Te imagino diciéndolo y no dejo de reirme.¡Felicitaciones!