Habla de noche
Ella habla sola. Murmura. Ríe, se mueve y sonríe.
Como padezco de insomnio, lo he advertido hace un tiempo, pero aún no se lo he dicho. Espero el momento oportuno. El día en que sepa como decírselo. Mientras tanto, cada noche, aguardo a su lado el hilo de voz que la delate.
A veces, acompaña sus dichos con movimientos bruscos; otras, suaves y ondulantes. Entre sueños, ha puteado, llorado y maldecido.
Hasta ayer, no ha hablado mal de mí. Es lo único que no podría perdonarle: que por las noches -en pleno sueño- siga obsesionada con mi persona.
Insomnio sumado a su decir mortificante sería demasiado. Demasiado para ambos.
La noche fue creada para descansar, para reponer energías.
Ella, habla de noche. Yo, casi no duermo, y no desearía escuchar de sus labios aquello que intuyo, conozco y anida en su mente. Esa que le indica a la voz qué decir, qué ocultar y reprimir, qué susurrar y confesar.
“No podría tolerar que, hasta dormida, pensaras mal de mí”, amenazaba Pedro López Lagar a una platinada Zully Moreno, perpleja por el tono de su esposo. Pero aquello es cine.
López Lagar soportaba desplantes, respuestas hirientes, hasta que una madrugada Zully -en un brillante camisón de tules- decía lo que no debía, con ese ritmo lento y áspero, propio de una diva.
“Eres poca cosa, nada diría. Nunca te he querido”. Entonces, Lagar, de espaldas a la rubia cabellera de Zully, inyectaba sus ojos de odio y dejaba correr una lágrima, una sola gota, minúscula, que bañaba su mejilla de una verdad salada, punzante, insoportable.
Al día siguiente (en la escena siguiente), Zully despierta y halla sobre la cama deshecha una nota. La toma, la lee y la suelta. La cámara se aproxima y en letra manuscrita, apurada, se adivina una frase concluyente: “Hablas de noche”.
Entonces, me digo "Sí, si llegara a escucharle revelar su desamor, desde lo profundo del subconsciente, haría como López Lagar".
® GUSTAVO D´ORAZIO
Ella habla sola. Murmura. Ríe, se mueve y sonríe.
Como padezco de insomnio, lo he advertido hace un tiempo, pero aún no se lo he dicho. Espero el momento oportuno. El día en que sepa como decírselo. Mientras tanto, cada noche, aguardo a su lado el hilo de voz que la delate.
A veces, acompaña sus dichos con movimientos bruscos; otras, suaves y ondulantes. Entre sueños, ha puteado, llorado y maldecido.
Hasta ayer, no ha hablado mal de mí. Es lo único que no podría perdonarle: que por las noches -en pleno sueño- siga obsesionada con mi persona.
Insomnio sumado a su decir mortificante sería demasiado. Demasiado para ambos.
La noche fue creada para descansar, para reponer energías.
Ella, habla de noche. Yo, casi no duermo, y no desearía escuchar de sus labios aquello que intuyo, conozco y anida en su mente. Esa que le indica a la voz qué decir, qué ocultar y reprimir, qué susurrar y confesar.
“No podría tolerar que, hasta dormida, pensaras mal de mí”, amenazaba Pedro López Lagar a una platinada Zully Moreno, perpleja por el tono de su esposo. Pero aquello es cine.
López Lagar soportaba desplantes, respuestas hirientes, hasta que una madrugada Zully -en un brillante camisón de tules- decía lo que no debía, con ese ritmo lento y áspero, propio de una diva.
“Eres poca cosa, nada diría. Nunca te he querido”. Entonces, Lagar, de espaldas a la rubia cabellera de Zully, inyectaba sus ojos de odio y dejaba correr una lágrima, una sola gota, minúscula, que bañaba su mejilla de una verdad salada, punzante, insoportable.
Al día siguiente (en la escena siguiente), Zully despierta y halla sobre la cama deshecha una nota. La toma, la lee y la suelta. La cámara se aproxima y en letra manuscrita, apurada, se adivina una frase concluyente: “Hablas de noche”.
Entonces, me digo "Sí, si llegara a escucharle revelar su desamor, desde lo profundo del subconsciente, haría como López Lagar".
® GUSTAVO D´ORAZIO
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