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Un número es más que una cifra. Encierra pesares, historias, besos, despedidas, apretones de manos, años, horas, gente. Simboliza vida y puede alojar muerte. Cada uno de nosotros asocia, a ciertos números, con afectos y desolación, recuerdos hermosos y noches amargas.
Un nuevo aniversario del Golpe de Estado de 1976, impuesto para recordar y no olvidar, debe motivarnos a hablar sobre ello y registrar la experiencia para no equivocarnos y dejarnos silenciar, nuevamente. Recordar lo no hecho para evitar la falta de compromiso; analizar lo terrible de su historia, para observar vinculaciones e intereses destructivos; enseñar acerca de lo sucedido, y lo que no debe soslayarse o minimizarse si es queremos una Historia ejemplificadora, veraz y útil…en especial, para los más jóvenes.
Hubo otras interrupciones en la vida institucional Argentina, pero ninguna tan cruenta y extensa, como la del ´76.
Cuando sucedió, con 14 años, me hallaba cursando el secundario. Mucho control en las calles, tener que mostrar el DNI en lugares públicos; libros y cantantes prohibidos, militares y policías en las calles. Al vivir cerca de la Quinta Seré, en Castelar -partido de Morón-, escuchar disparos y ver movimiento de uniformados, constituían un paisaje raro pero cotidiano.
La televisión y la propaganda daban cuenta de enfrentamientos, de bombas y del accionar de extremistas. ¿Pero quiénes eran unos y otros…?. Después de varios años, quedó claro que la represión y el salvajismo del Estado, de muchos militares y civiles, y de varios organismos de control/seguridad, se igualó al más alucinado idealista, también equivocado en los métodos de renovación de ideas y cambio en las estructuras de la decisión política.
La foto elegida plasma el instante en que se transfiere el poder usurpado al representante elegido por la ciudadanía. De Bignone a Alfonsín (1983).
Durante la última dictadura murieron inocentes, se secuestró, se torturó, se saqueó económicamente a la Nación, se apropió de niños, se amordazó a los que pensaban diferente, se los aniquiló, se expulsó a seres lúcidos y críticos de la Universidad, se censuraron obras literarias, plásticas, musicales, cinematográficas, se operó junto a otras dictaduras bajo una estrategia regional de ahogo y persecución, se fue a la guerra (Malvinas),…
No es poco lo que hay que destacar (memorizar, releer e interpretar) para así comprender un período que comenzó mucho antes de 1976, cuando la violencia y la injusticia, la sinrazón y el miedo, se apoderaron de los diferentes centros de poder de nuestra Argentina organizada.
Luego del secundario, del problema limítrofe con Chile por el Canal de Beagle, llegó el tiempo de buscar trabajo, salir al mundo, comenzar a estudiar. Detenerse en lo que acontecía en otros lugares y aquí estaba prohibido, vedado. Desde Pink Floyd hasta la Opera Evita, desde Mercedes Sosa hasta La Naranja Mecánica; del libro de Timmerman (Preso sin nombre, celda sín número) a los amigos de mi tío sindicalista que no aparecían o volvían de una detención, por reclamar mejoras en su salario.
La Guerra de Malvinas (soy clase 62), llevó a varios compañeros al Sur (1982). La apertura democrática, luego del desenlace de esa gesta impensada, donde con heroísmo centenares de soldados marcharon, los partidos políticos volvieron al ruedo. Raúl Alfonsín (UCR), desplazó a Lúder y Herminio Iglesias (PJ), ganando las elecciones que significaban volver a la vida, a la libertad y a la luz, tras una oscura conjunción de factores y decisiones, cuyas consecuencias aún se sostienen en el tiempo.
Hacer memoria, seguir solicitando justicia y no volver a los errores del pasado, constituyen un desafío para la sociedad toda, que crece y se multiplica entre los más jóvenes y los responsables que conducir la Argentina de hoy, pensando en el mañana, pero sin archivar aquellos sucesos.
Un número es más que una cifra. Encierra pesares, historias, besos, despedidas, apretones de manos, años, horas, gente. Simboliza vida y puede alojar muerte. Cada uno de nosotros asocia, a ciertos números, con afectos y desolación, recuerdos hermosos y noches amargas.
Un nuevo aniversario del Golpe de Estado de 1976, impuesto para recordar y no olvidar, debe motivarnos a hablar sobre ello y registrar la experiencia para no equivocarnos y dejarnos silenciar, nuevamente. Recordar lo no hecho para evitar la falta de compromiso; analizar lo terrible de su historia, para observar vinculaciones e intereses destructivos; enseñar acerca de lo sucedido, y lo que no debe soslayarse o minimizarse si es queremos una Historia ejemplificadora, veraz y útil…en especial, para los más jóvenes.
Hubo otras interrupciones en la vida institucional Argentina, pero ninguna tan cruenta y extensa, como la del ´76.
Cuando sucedió, con 14 años, me hallaba cursando el secundario. Mucho control en las calles, tener que mostrar el DNI en lugares públicos; libros y cantantes prohibidos, militares y policías en las calles. Al vivir cerca de la Quinta Seré, en Castelar -partido de Morón-, escuchar disparos y ver movimiento de uniformados, constituían un paisaje raro pero cotidiano.
La televisión y la propaganda daban cuenta de enfrentamientos, de bombas y del accionar de extremistas. ¿Pero quiénes eran unos y otros…?. Después de varios años, quedó claro que la represión y el salvajismo del Estado, de muchos militares y civiles, y de varios organismos de control/seguridad, se igualó al más alucinado idealista, también equivocado en los métodos de renovación de ideas y cambio en las estructuras de la decisión política.
La foto elegida plasma el instante en que se transfiere el poder usurpado al representante elegido por la ciudadanía. De Bignone a Alfonsín (1983).
Durante la última dictadura murieron inocentes, se secuestró, se torturó, se saqueó económicamente a la Nación, se apropió de niños, se amordazó a los que pensaban diferente, se los aniquiló, se expulsó a seres lúcidos y críticos de la Universidad, se censuraron obras literarias, plásticas, musicales, cinematográficas, se operó junto a otras dictaduras bajo una estrategia regional de ahogo y persecución, se fue a la guerra (Malvinas),…
No es poco lo que hay que destacar (memorizar, releer e interpretar) para así comprender un período que comenzó mucho antes de 1976, cuando la violencia y la injusticia, la sinrazón y el miedo, se apoderaron de los diferentes centros de poder de nuestra Argentina organizada.
Luego del secundario, del problema limítrofe con Chile por el Canal de Beagle, llegó el tiempo de buscar trabajo, salir al mundo, comenzar a estudiar. Detenerse en lo que acontecía en otros lugares y aquí estaba prohibido, vedado. Desde Pink Floyd hasta la Opera Evita, desde Mercedes Sosa hasta La Naranja Mecánica; del libro de Timmerman (Preso sin nombre, celda sín número) a los amigos de mi tío sindicalista que no aparecían o volvían de una detención, por reclamar mejoras en su salario.
La Guerra de Malvinas (soy clase 62), llevó a varios compañeros al Sur (1982). La apertura democrática, luego del desenlace de esa gesta impensada, donde con heroísmo centenares de soldados marcharon, los partidos políticos volvieron al ruedo. Raúl Alfonsín (UCR), desplazó a Lúder y Herminio Iglesias (PJ), ganando las elecciones que significaban volver a la vida, a la libertad y a la luz, tras una oscura conjunción de factores y decisiones, cuyas consecuencias aún se sostienen en el tiempo.
Hacer memoria, seguir solicitando justicia y no volver a los errores del pasado, constituyen un desafío para la sociedad toda, que crece y se multiplica entre los más jóvenes y los responsables que conducir la Argentina de hoy, pensando en el mañana, pero sin archivar aquellos sucesos.
La foto es de la agencia TELAM.
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