Escrito hace cuatro años para la revista EL CLUB DE LAS ARTES, de Ricardo Marangoni, el artículo me confirma que vengo escribiendo, diciendo (como sostiene Ana María SHUA, sobre el pequeño universo de los escritorres, que repiten y agotan; reinventan, pero dentro de un cosmos conocido, salvo saltos muy audaces que, a menudo, uno necesita dar, y dá con audacia y tras ser meditados, corregidos; o poco consultados, otras veces, y tildados de "riesgosos"), casi lo mismo. Una rara coherencia que busca, también, innovar y sostenerse. Evolucionar y ser constante. "Naturaleza Humana", habla de lo propio, de lo imperfecto, de lo vital, en medio de la vorágine diaria, del metálico gris del acero tecnológico y las frías compañías que no hablan, ni nos miman, ni nos escuchan. G.D.
Naturaleza Humana
Una publicación local que habla de las artes, es un "dato sensible" nada despreciable en estos tiempos.
Es que aunque la tecnología avance, nos conecte a distancia y los mensajes de texto suenen en las pantallas de los celulares de última generación, jamás el encuentro amable -cara a cara- podrá ser reemplazado.
Lo sensible, las emociones, el espíritu, no pueden competir con los bytes, el cristal líquido y la informatización de (casi) todo.
Allí radica la esencia humana: en el plano sensible, en la inteligencia natural, en sus posibilidades de dar, amar y compartir.
Para ello, la palabra y el arte, son vehículos excelentes a la hora de comunicar sensaciones, hacer pensar y reflexionar acerca de la vida y el mundo actual.
Sin estar en contra de los progresos científicos y técnicos, pero muy a favor de la caricia, el abrazo, el diálogo matizado con café o mate, la voz afectuosa y la solidaridad permanentes, desde esta publicación se privilegian afectos y efectos positivos para que mejore nuestro pequeño mundo: el microcosmos que significan "el barrio y la familia que cada uno forma".
Si cada día intentamos una mirada más perceptiva, próxima a la belleza, al amor y a la cooperación, descubriremos otros colores y otras texturas en los objetos y situaciones rutinarias, por complejas que sean.
Entonces, siempre debería haber un espacio para la alegría y, desde las acciones personales o grupales, impulsos concretos para el hallazgo de un nuevo tiempo.
El barrio, este tipo de revistas y la especial sensibilidad de quienes la construyen, son prueba de la esperanza que puede guiar los actos humanos que nos diferencian del frío cálculo cibernético y de las grandes decisiones de esos "pequeños encumbrados" que olvidan -muchas veces- estos ejes o valores que distinguen a nuestra especie, en medio de la Creación.
Por un mejor tiempo. Por una convivencia más sana y más justa. Feliz 2005.
Gustavo D´Orazio
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