PATERNIDAD
Demorado en un punto sin retorno
averiguo -igualmente- el destino de mis días.
Sin certezas, marcado por el estigma del pecado,
descubro a un inocente en el camino.
Es mi hijo:
un hijo que aún no siento,
ni poseo -derramado en vientre ajeno-;
negándome fuerzas,
negándole vida.
Al final, sin embargo,
lo observo nítido:
un rostro fresco, sabio y aburrido...
Es mi hijo.
El que tendré algún noviembre,
cuando enero esté próximo
y ya no tenga estima
ni ganas de conseguirla.
El será mi juez y mi remanso,
la llama y el juego,
la virtud y el éxito;
una mejor vida, un mejor hombre.
Demorado en un punto sin retorno
averiguo -igualmente- el destino de mis días.
Sin certezas, marcado por el estigma del pecado,
descubro a un inocente en el camino.
Es mi hijo:
un hijo que aún no siento,
ni poseo -derramado en vientre ajeno-;
negándome fuerzas,
negándole vida.
Al final, sin embargo,
lo observo nítido:
un rostro fresco, sabio y aburrido...
Es mi hijo.
El que tendré algún noviembre,
cuando enero esté próximo
y ya no tenga estima
ni ganas de conseguirla.
El será mi juez y mi remanso,
la llama y el juego,
la virtud y el éxito;
una mejor vida, un mejor hombre.
Gustavo D´Orazio
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