… y va conmigo
Haber interrogado a los silencios.
Buscar entre las sombras
esa otra que exige
que no es la que se ve ni es la tangible.
Cuál de todas es la verdadera,
Aquella que me mira o la que sigo.
Pareciera que ninguna y sin embardo,
Hay algo que pasa y va conmigo.
Me acompaña hasta aquí, donde me escondo,
detrás de lo que soy y lo no sido;
conoce en su principio al ser rendido.
No, no es la herida de la luz la que se busca,
la que aún a fuerza de ignorarla no abandona.
Aunque quiera no escuchar , duele su grito.
Acecha desde los días de la historia.
Habita más allá de todo olvido.
La sombra tan temida: es la memoria.
Ida D´Agnone
En la foto, del año 1993, ambos sonreíamos a la cámara. Fue una mañana de verano, en la Municipalidad de Tres de Febrero, en la oficina de Prensa.
Este poema lo publicó Ida en la revista IDENTIDAD, una idea en Cultura (Municipalidad de MORON), en el año 1982. Ambos colaborábamos en ella. Compartimos la vida: desde el periodismo y la docencia hasta el placer por leer. La recuerdo activa, cambiante y siempre dispuesta a escuchar. El diálogo con amigos, su familia, Borges y el Sur Argentino (Pto. San Julián) ocuparon su tiempo. El ceremonial, la enseñanza y la amistad que cultivaba, también. Su tiempo entre nosotros corrió muy rápido. La extraño, porque su mirada no está. Su palabra, su opinión, me faltan. Siempre resultaba enriquecedor su aporte. De las tempestades de otrora, pudimos pasar a un vínculo más sereno y adulto. Afectuoso y sincero. Tuvimos tiempo para reconocernos y valorarnos. En mi Blog no podía faltar su voz. Fue mi primera profesora de periodismo (año 1980); luego amiga y, finalmente, compañera de rumbo y pensamiento.
Otro Homenaje...El próximo café
Para Edgardo Mazzino
Compartimos un último café en “La Nacional”. Parecidos y diferentes; con escaso cabello y barba, ambos. Hablábamos de todo. Casi siempre de periodismo, de su periódico “Nuevo Rumbo” y del modo en que debía actualizarse. Fue en marzo de este año. Nuestro último marzo, en Caseros. Nuestra penúltima charla serena.
Después, volveríamos al vértigo; al escaso tiempo para definir trabajos conjuntos y al inequívoco mohín -entre respetuoso y risueño- de quien sabe que quiere cambiar algo, pero no cuándo y exactamente qué.
Así marchó Edgardo Mazzino, el creador y director de “Nuevo Rumbo”: un mensuario de Tres de Febrero, cuyo foco iluminó Ciudad Jardín, sin descuidar las otras localidades del distrito que él recorría una y otra vez; que él caminaba (y exploraba personalmente) con una capacidad de asombro singular, inagotable.
Porque eso fue mi querido Edgardo: un curioso buceador de hechos. Maleable y amplio en sus búsquedas; estructurado en el sinfín de notas y esquemas que elaboraba frente a su interlocutor, poniendo orden a un mar de dudas, sospechas y sueños.
Falleció el sábado 2 de setiembre. A mi memoria llegan fotografías del año 1986, cuando dicté el primer taller de periodismo en la zona y Edgardo se inscribió “para aprender”. Rápidamente surgió el diálogo entre nosotros. Lo vi actuar (lo que pocos sabrán) como mimo, en un apenas recuperado Museo Parodi, a fines de los ochenta. Interpretó, con elegancia, a un hombre que se relacionaba con una pelotita de tenis. Me asombró.
Luego, sin dudarlo y en un correctísimo trato personal, me ofreció trabajo. Colaboré en su publicación de muy diversas maneras. Cubrí la reapertura del Cine Helios (asistimos a la proyección inaugural, donde exhibieron “Tira a mamá del tren”); lo asesoré en el rediseño de la revista que era “N.R.” en su nacimiento, para pasar al formato de “diario”; le entregué notas, poemas y opiniones que siempre escuchó y anotó.
Me abrió las puertas de su hogar. Conocí a su esposa, Nélida Rodríguez (una dulce mujer, docente experimentada y, ¡oh sorpresa!, ex maestra de Marta, mi mujer). También el destino hizo que Paula, su hija, estudiara periodismo en Morón y se convirtiera en mi alumna...
Por todo ello, por el contacto semanal en el área de Prensa del Municipio, lo extrañaré.
Por el café pendiente; por el bagaje de sólida imaginación que ya no poblará pensamiento y escritos de “Nuevo Rumbo”, entre tanta “información de mercado” copiada, calcada y editada sin personalidad.
De Edgardo extrañaré su fuerte identidad, el comentario de libros muchas veces compartidos (Biblioteca Giuffra), el respeto por los que éramos sus colaboradores (siempre retribuidos, tratados con afecto) y ese rostro sincero, dispuesto a capturar la novedad, la Vida.
Sé, por Nélida, que días antes de fallecer, recordó mi cara “redonda”, mi nombre, puestos en una historia única, en un sueño sin conclusión.
Hoy, gracias a Marcelo Almada, lo recuerdo yo.
Hasta el próximo café, querido Edgardo; hasta que volvamos a pensar en “Nuevo Rumbo”, en los trabajos y sus días; en la Vida con mayúsculas.
Gustavo D´Orazio - Periodista-Docente - Revista “Caseros y su gente”- 2006.
Mi Recuerdo
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Hace 20 años, una fría tarde de otoño, Edgardo se acercó a mi Taller. El periodismo era su inquietud. Deseaba aprender, preguntar. Rápidamente compartimos charlas y me pidió colaboraciones. Yo, recién desembarcaba plenamente en Tres de Febrero y, tanto Caseros como Ciudad Jardín, me resultaban territorios generosos, aptos para recorrer e indagar.
Unos años antes, en 1984, había coordinado el Cine Club del Banco Cooperativo, sin ejercer aquí el periodismo hasta que comencé a editar y escribir en el periódico “En Marcha” y concretar -en un ambicioso proyecto cultural- mi primer taller de periodismo en la zona.
En él conocí al querido Edgardo. Con sus inquietudes y anotaciones en cuadernos aspiralados; sus lecturas dispersas y variadas, y una cordialidad que jamás le vi perder.
Con él cubrí la reapertura del Cine Helios; asistimos a las primeras jornadas de alfabetización informática y... ¡oh, sorpresa!, conocí a su encantadora esposa, Nélida (un ser sensible y amoroso), que resultó ser maestra de quien se convertiría -con el tiempo- en mi mujer.
Curioso, respetuoso de mis aportes y opiniones; dispuesto a descubrir “lo nuevo”..., así era el creador de “Nuevo Rumbo” (una revista en sus comienzos, que ayudé a transformar en su estética y diseño).
Lo recordaré por siempre, porque su historia es parte de mi vida. Su hija Paula, que estudió periodismo en Morón, fue mi alumna; Ariel -su sobrino y diagramador-, esposo de Nora Alessandrini: una colega amiga, también redactora del medio...
En fin, como generosamente me abrió las puertas de su corazón, de su hogar, de su pequeño mundo, lo despido destacándolo por la identidad construida, por el estilo propio conseguido e impuesto a sus artículos; también por la sencilla sabiduría que transmitía aunque creo reservaba por modestia.
En oportunidades me decía que aprendía de mí. Yo le respondía que exageraba.
Edgardo fue humilde, diáfano e imaginativo. Nos enseñó a ser mejores profesionales y a respetar al lector. A amar la vida y a compartir. Él supo hacerlo.
Pasaron 20 años de aquella fría tarde de otoño. Pasarán muchos más y quienes lo conocimos no podremos olvidarlo.
Gustavo D´Orazio
Periodista – Periódico “Nuevo Rumbo”, 2006.
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