¿Por qué leo?
“Quiero cuentos, historietas y novelas
pero no los que andan a botón;
yo los quiero de la mano de una abuela
que me los lea en camisón”.
“Quiero cuentos, historietas y novelas
pero no los que andan a botón;
yo los quiero de la mano de una abuela
que me los lea en camisón”.
María E. Walsh
Leo y me siento menos solo. Leo y disfruto de la compañía del libro, de su autor, de su imaginación.
Leo y recuerdo mis primeras lecturas. Aquel libro de primer grado (“Los Teritos”), las revistas Billiken y Anteojito; la Enciclopedia Estudiantil y los maravillosos textos escolares de la editorial Kodek.
Los cuentos y novelas de aventura, el libro de catecismo y Platero.
Aunque en cama, convaleciente, seguía leyendo, con dificultad, pero siempre atento a la intriga y a los personajes, a la historia que me conmovía y entretenía.
Con libros usados -muchas veces subrayados en forma casi íntegra- leía para saber más, conocer los adelantos científicos y técnicos; descubrir y soñar con la Era Espacial (en 1969 tenía 7 años), indagar en el mundo de los animales...
No había, claro, Internet; apenas radio y TV en blanco y negro, sí cine y, más lejano, el teatro que pocas veces uno visitaba, salvo excursión clave del colegio.
El circo, los juegos compartidos (mancha, escondida) y el festejo de cumpleaños (no existían peloteros), hasta alguna kermese o acto escolar-festivo amenizaba la vida social de principios de los ’70.
Leer era (es y será) una excelente ocupación. Y continuará siéndolo porque las palabras nos conectarán -sin sanciones horarias o una exagerada mención de marcas en tandas publicitarias o programas mediocres- con distintos hechos, con diferentes situaciones, geografías, voces y...
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“Leemos para imaginar. Leemos para aprender cómo es la respiración del mundo. Y, a veces, también leemos para descubrir que el mundo no respira como imaginábamos, sino de otra manera. Todo y todos somos, a cada instante, otros. Si no supiéramos leer, tampoco sabríamos pensar”. Tomás Eloy Martínez - 2006
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Pienso, leo y difundo la lectura. Entre mis hijos y alumnos, entre familiares y amigos. Entre usted lector de “El Club de las Artes” y quien quiera empezar a serlo.
Para que sueñe, razone y se emocione. Para que desarrolle aún más su imaginación y esté menos solo.
Un libro es siempre fiel. Y aunque nos desencante su contenido, aprenderemos igual de él; y es justo y necesario que seamos críticos.
Hoy, junto al libro y la prensa escrita, emergen -imponentes- las versiones digitales, el hipertexto, internet y los CD-Rom. Son parte de la nueva lectura, del nuevo soporte del texto (codificado en palabra e imagen; velocidad y virtualidad), y al que no podemos dejar de reconocer e incorporar para actualizarnos.
Sin embargo, en su versión en papel, el libro nos seguirá acompañando, tanto en viajes y dormitorios, como en salas de espera aburridísimas y playas soleadas. Por eso leo todo lo que puedo (que es mínimo considerando lo que se edita en el país y el mundo), y seguiré haciéndolo hasta que mis ojos y mi cerebro digan basta.
Gracias a la lectura me siento vivo, me siento incompleto y con ganas de leer cada vez un poco más.
¿Usted por qué lee?.
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